Opinión

Así será el mundo en 2040: belicoso y fragmentado

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Surge del informe prospectivo del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, que en 2017 predijo una pandemia

El Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos acaba de publicar su informe prospectivo Global Trends, que cuenta cómo será el mundo en 2040. La edición anterior salió en 2017 y predijo una pandemia. Esta vez por ahí conviene leerlo. O no. Depende de cuán deprimidos estemos ya con la segunda ola.

El título del nuevo informe es Un mundo más disputado y no es optimista. Hace foco en las brechas que son parte de nuestra vida y –según este análisis– seguirán ensanchándose: la distancia entre las demandas de los ciudadanos y lo que los gobiernos pueden dar, entre problemas de vida o muerte (pandemia y cambio climático) y la capacidad de las instituciones globales para resolverlos, y entre nosotros mismos: los choques de opinión, los silos y la desinformación que mandamos por WhatsApp o nos disparamos en la sobremesa. El informe no habla de grieta, como decimos en castellano. Tal vez porque la metáfora sea demasiado suave, nada que no arregle una mano de pintura. Habla en cambio de “división”, “fragmentación” y “disputa”, en un contexto donde –paradójicamente– la tecnología nos conecta más.

Los análisis prospectivos tienen su propio formato y son un género en sí mismo. Primero definen las tendencias en marcha, de las que no se duda y cuya dirección conocemos. Entre esas nunca falta la aceleración tecnológica, el cambio climático y el envejecimiento poblacional. En este reporte le suman también una mayor recurrencia de crisis económicas, especialmente en el comercio y con las deudas nacionales. Después viene el ejercicio más especulativo, sobre las variables que conocemos menos o que pueden adoptar valores alternativos. En este caso las llaman “dinámicas emergentes” y son las que más inquietan.

En el ámbito global el reporte ve un mundo más afín al conflicto, con organizaciones poco preparadas para enfrentar desafíos “compuestos”, como los intereses que se van sumando a un capital invertido y engruesan su rendimiento. A las sociedades les espera desilusión y divisiones, con ciudadanos más activos para reclamar, pero encerrados en silos, incrédulos frente a las instituciones y pesimistas (leer este pronóstico no ayuda). A los Estados –incapaces de responder a las demandas, frente a escenarios turbulentos y modelos alternativos de gobierno– no les iría mejor.

Por momentos parece que los autores hubieran viajado a la Argentina para inspirarse. Pero la realidad es que los problemas se generalizan. Es difícil hasta para nosotros, habitante del país que se cree excepcional, jactarnos de originales.

Cómo se desplieguen estos fenómenos –dice el reporte– depende en buena medida de qué hagamos las personas. En este caso pone la lupa en nuevos actores no estatales (nombra a la fundación Gates en particular y a las empresas privadas en general) que durante la pandemia invirtieron en investigación, produjeron vacunas y colaboraron entre sí más que las instituciones públicas. Los ve como agentes de cambio, que tal vez en el futuro tengan un rol para enfrentar crisis sanitarias.

El reporte parece guardar cierta esperanza para las experiencias compartidas. Hoy estamos todos en la misma: en Beirut, Bogotá y Bruselas nos gobiernan iguales cuarentenas, contamos las horas para recibir la vacuna, pertenecemos a burbujas sociales y extrañamos lo mismo.

La habilidad de estos actores para trabajar juntos los distingue en un contexto de tanta fragmentación. La sociedad civil parece estar advirtiéndolo. El festival de la fundación Mozilla acaba de dedicar varios paneles a buscar formas de romper silos de opinión y abrir espacios de intercambio. Este año también se lanzó la fundación Larger Us, impulsada por ex activistas de grandes ONG como Avaaz y Save the Children, que buscan entrenar la capacidad cognitiva de las personas para trabajar con quienes piensan distinto.

El reporte parece guardar cierta esperanza para las experiencias compartidas. Hoy estamos todos en la misma: en Beirut, Bogotá y Bruselas (dice el texto, con la poética arbitraria del orden alfabético) nos gobiernan iguales cuarentenas, contamos las horas para recibir la vacuna, pertenecemos a burbujas sociales y extrañamos lo mismo: las vidas que teníamos, que eran menos uniformes.

Esas conexiones pueden impulsar cambios. Todo depende de cómo se combinen las variables. Ese es el tercer capítulo de cualquier informe prospectivo: los escenarios futuros que salen del cruce entre lo que sabemos y ya está pasando, y lo que no.

De cinco escenarios que plantea este reporte, cuatro se desprenden de distintos desenlaces para el conflicto entre Estados Unidos y China. El quinto es el más disruptivo, y también el más terrible y esperanzador: uno donde el desastre climático lleva a una crisis alimentaria que, finalmente, despierta la conciencia social del mundo y lo lleva a cooperar para revertir el desastre. Lo llaman “tragedia y movilización”, y su motor no son las potencias globales sino los ciudadanos. Ojalá nos movilicemos antes. Quién sabe podemos ser más inteligentes que cualquier Consejo Nacional de Inteligencia.

La autora es directora de Sociopúblico

Fuente: Diario La Nacion

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