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No es el litio: la razón por la que Elon Musk podría invertir en la Argentina

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A lo largo de su vida y de su exitosa carrera empresarial, el confundador y mayor accionista de Tesla, el principal fabricante de vehículos eléctricos del mundo, ha mostrado una muy marcada inclinación al riesgo.

Este lunes el presidente argentino, Javier Milei, volverá a reunirse, ahora en Los Ángeles, con Elon Musk, uno de los hombres más ricos del mundo, cofundador y principal accionista de Tesla, el principal productor mundial de vehículos eléctricos, y verdadera celebridad internacional.

Musk es un referente del poder global, como atestiguó su reciente visita relámpago a China, donde se reunió con el primer ministro Li Qiang, segundo en la jerarquía del poder chino, logró la inclusión de los vehículos de Tesla en la lista de 70 modelos eléctricos aprobados por Beijing como “seguros en términos de datos” y abrochó un acuerdo de acceso a los sistemas de navegación, mapeo y datos de Baidu, suerte de Google china, clave para avanzar en una de sus prioridades: el uso de la tecnología de conducción autónoma en los 1,6 millones de Teslas que circulan en las calles y rutas del gigante asiático.

El también cofundador y principal accionista de SpaceX, empresa aeroespacial y proveedor de lanzamientos de la NASA, Starlink, red privada de servicios de internet satelital que ya ofrece servicios en la Argentina, firmas de tecnología como Neuralink y The Boring Company, y dueño de X (antes Twitter), la red social de 620 millones de usuarios en la que tiene 182 millones de seguidores, comparte con Milei la tirria a la burocracia y las regulaciones estatales y un visceral rechazo al llamado wokismo, emparentado con la “corrección política” y cuestiones de género. En el caso de Musk, ese rechazo probablemente se originó o profundizó cuando Xavier Alexander Musk se transformó en su hija trans, Vivian Jenna Wilson, cortó relaciones con él y se convirtió al marxismo.

Tras la primera reunión que Milei y Musk tuvieron en Austin, Texas, el 12 de abril, el embajador argentino en EEUU, Gerardo Werthein, habló de un probable evento en la Argentina “sobre demografía, tecnología y crecimiento económico” del que ambos participarían.

Litio

El gobierno quiere interesar al empresario para que invierta en litio, un mineral clave en la batería de los vehículos eléctricos, y en tecnología. En el programa del evento en Los Ángeles en que participarán celebridades de la política, los negocios, el deporte e incluso la realeza mundiales, Musk es presentado como “Technoking”, esto es “Rey de la Tecnología”.

De hecho, la tecnología es una obsesión de Musk, que apuesta no solo a la mundialización de los vehículos autónomos, los robotaxis y el sistema Full Self Driving de Tesla, sino también -en los momentos en que los vehículos no circulen- a usar su capacidad de procesamiento de datos como parte de una red mundial de inteligencia artificial.

El atractivo del litio de la Puna del NOA es relativo, pues las fábricas de batería de Tesla se abastecen de mineras que ya lo extraen y refinan en la Argentina y en otros países del mundo. El propio Musk dijo que el mineral que más desafíos de provisión le presenta es el níquel y en las más de 700 páginas de la biografía que escribió de él Walter Isaacson la palabra “litio” no aparece ni una sola vez.

Riesgo

Un aspecto que sí subraya Isaacson como definitorio de Musk es su tendencia casi enfermiza al riesgo, abonada en su infancia y adolescencia en Sudáfrica y ratificada en sus meteóricas carreras universitaria (es Físico y tiene un posgrado en Economía) y empresaria, que inició compitiendo con el sistema bancario a través de Pay Pal, cuya venta le dejó sus primeros USD 33 millones, con parte de los cuales se compró un McLaren con el que -por supuesto- se estrelló, pero salió vivo.

Apostó luego a los vehículos eléctricos cuando nadie creía en su viabilidad, llevó a Tesla al borde de una quiebra de la que lo salvó un aporte de la alemana Daimler Benz, fundó SpaceX para competir con proveedores de la NASA largamente establecidos y gigantescos como Boeing, Lockheed Martin y Raytheon, tuvo tres pruebas fallidas antes de obtener su primer ensayo de lanzamiento espacial exitoso en una remota isla del Pacífico y juega casi siempre al límite, incluso en su vida personal, en la que acumula 6 matrimonios y 10 hijos.

La intensidad y los vaivenes de Musk se reflejan incluso en las idas y vueltas de su empresa más valiosa, Tesla, que de comenzar valiendo USD 2.200 millones en 2010, cuando empezó a cotizar en Wall Street, trepó a USD 1,23 billones (millones de millones) a mediados de 2021, para luego caer a lo largo de 2022, mientras Musk se distraía en la larga batalla de adquisición de Twitter, hasta llegar a USD 386.000 millones en enero de este año y recuperarse a USD 578.000 millones recientemente.

Las apuestas tecnológicas de Musk lo pueden poner incluso en posición incómoda, en momentos en que Washington confronta intensamente con Beijing y en el que el Congreso de EEUU aprobó legislación para forzar a la red Tik-Tok a separarse de su dueña, la china ByteDance, si quiere seguir operando en territorio norteamericano.

Isaacson brinda abundantes pruebas del amor por el riesgo de Musk y lo muestra en una fotografía en la que -en uno de sus cumpleaños- sonríe mientras sostiene globos que debe pinchar un lanzador de cuchillo con los ojos vendados.

Así que, antes que la descripción de sus proyectos y de su gestión y de los atractivos, posibilidades y recursos que ofrece una Argentina bendecida por la naturaleza, Milei podría interesar a Musk para invertir en el país listándole el historial económico y financiero de las últimas décadas y los riesgos a los que se expondría: alta e incluso híper-inflación, devaluaciones, cepos cambiarios, bancarios y al comercio exterior, confiscaciones y estatizaciones, alta carga impositiva y bandazos tributarios, cambios bruscos de precios relativos, intervenciones de precios, regulaciones de todo tipo, piquetes y bloqueos, industria del juicio, justicia lenta y a menudo corrupta, maridaje político-sindical y un largo etcétera.

A Musk se le caería la baba ante semejante escenario de inversión. Podría hasta parecerle un riesgo menor al implícito en su gran objetivo: colonizar Marte, hacer de la humanidad una especie “multiplanetaria” y así “salvar a la Tierra” de un apocalipsis climático que, a diferencia de Milei, admite probable y atribuible a la acción humana.

Quedaría, eso sí, el trabajo de hacerle apartar algunos miles de millones de dólares para apostar al futuro argentino.

Fuente: Infobae

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